Para Wilson la causa nacional constituía un todo indivisible, que englobaba tanto la vida material como la vida espiritual del pueblo. Integraba las justas reivindicaciones sociales con las necesarias y legítimas reivindicaciones nacionales, que imponían romper los viejos moldes oligárquicos en sectores como el comercio exterior, la explotación del agro, la industrialización de la producción nacional y el funcionamiento de la banca nacional.
Quisiéramos tener la suficiente capacidad de expresión para narrar con acierto los hechos que fueron marcando su vida, su nacimiento, se crecimiento, su desarrollo, sus primeras inquietudes, su trayectoria en la arena política y todo aquello que fue modelando su personalidad.
Para poder aquilatar la verdadera dimensión de esa personalidad y la fundamental importancia de su acción política en la vida nacional, debemos hacer, a pasos agigantados una brevísima reseña de la historia política del Uruguay.
El Partido Nacional es el único partido político del mundo que es más viejo que el propio país institucional, ya que su ideología se impone antes del parto que alumbró nuestra nacionalidad.
En la cuenca del Plata convivían dos corrientes históricas perfectamente identificadas, cada una con sus propios caracteres.
Una constituía la prolongación de las tradiciones hispanas y estaba representada por el federalismo surgido en las viejas provincias del virreinato, que tuvieron como supremo abandera al Gral. José Gervasio Artigas.
La otra pretendió siempre introducir en estas tierras el intervencionismo anglo-francés y buscó consolidarse a través del unitarismo porteño, con la cómplice protección del imperialismo portugués.
Los sentimientos políticos y emotivos de una y otra, cuajaron en el florecimiento ideológico de las corrientes que conformaron más tarde los Partidos políticos del Uruguay. Esas dos filosofías políticas se encarnaron en dos hombres, principales protagonistas en la historia real del Uruguay, Oribe y Rivera.
Y hacemos hincapié en decir la historia real del Uruguay, porque ella es distinta a la que nos enseñaron desde niños. Esa historia que nos enseñaron y nos siguen enseñando ha tenido siempre la facultad de deformar los hechos, es la historia oficial a la que siempre han disfrazado para presentarla como real. Es la historia que nos miente cuando nos enseña, pero mucho más miente cuando no nos enseña ocultando la verdad. Es la historia que denostó hasta al propio Jefe de los Orientales y trasformó traidores en héroes nacionales.
Oribe, intransigentemente fiel a Artigas, se aferró incondicionalmente a su pensamiento y a su idea política, levantando y sosteniendo la bandera de la independencia y el americanismo.
Rivera prefirió la seguridad que le daban las armas imperiales que hollaban el suelo patrio, y la protección del unitarismo porteño, traidor a la causa independentista de Artigas, y alentó los amoríos entreguistas al colonialismo inglés.
Oribe, rebelde, arisco, fue alimentando su ideario de libertad y derecho en la tragedia del exilio, acorazando su espíritu con el indomable valor de los patriotas que afanosamente buscaban redimir la patria sojuzgada. Oribe fue la esencia del silencioso conjuro de un sótano porteño preparando la heroica cruzada de los 33.
Rivera, altivo, ambicioso, se fue nutriendo de las arrogancias imperiales que paseaban su desprecio hacia el gaucho, alentando sueños de poder que siempre lo deslumbraron.
Desde entonces ha existido una línea recta que a través de la historia ha señalado el camino del Partido Nacional, Ese camino comienza en la insobornable sentencia de Artigas, “ no venderé el rico patrimonio de los orientales la vil precio de la necesidad.”
Esencia y norte de la lucha por la libertad de los pueblos nativos. Esa conducta ha sido refrendada a través de la historia en el juramento de la Agraciada “ Libertad o muerte”, en el holocausto de Leandro Gómez en la heroica Paysandú, en el juramento de Timoteo Aparicio en la revolución de las lanzas “ Independencia y libertad “, y culmina luego en el final de la era revolucionaria con la intransferible sentencia de las montoneras Saravistas, “ Por la Patria “ .
Prosigue luego con la sentencia de Herrera “ Ni una estrella más en la bandera de ningún imperialismo “ y culmina con el valeroso desafío de Wilson , “ perdonarán que yo, antes de retirarme de sala, arroje al rostro de los autores de éste atentado, el nombre de su más radical e irreconciliable enemigo que será, no tengan la menor duda, el vengador de la Republica, el Partido Nacional.
Y vaya si Wilson cumplió, no dudando un instante en recorrer el mundo, golpeando con insistencia en las puertas de todos los foros, elevando su voz en todas las tribunas, denunciando en todas las asambleas que a su paso encontró en el duro y áspero camino del exilio, las aberraciones y abusos del despotismo instalado en el Uruguay.
Todo lo que a su alcance estuvo , sin titubear un instante lo hizo, para recuperar la libertad y el derecho de su pequeña Patria sojuzgada, la que feliz había estado siempre empeñada en superar las enormes dificultades que padecen todos los países pobres, acechada por la insaciable sed de conquista de los poderosos.
En ningún momento, pese las amenazas y persecuciones, vaciló en denunciar las violaciones, asesinatos y depredaciones que en el Uruguay se hacían.
Hasta en el máximo centro de poder político del mundo, el Congreso de los EE.UU., levanto sin vacilación su voz, exigiendo la suspensión de la ayuda militar a la dictadura uruguaya.
Y en ese peregrinaje que no conoció ni pausas ni fatigas, logró su propósito y encontró la solidaridad mundial a la tragedia nacional que permitió y precipito la caída del oprobioso régimen que sojuzgaba al pueblo oriental.
El destino no quiso que fuera el abanderado de la gran aventura nacional que los uruguayos necesitábamos y el avizoraba para recuperar la Nación de la tragedia sufrida. Los apátridas, sin remordimientos, sin escrúpulos morales ni vergüenza alguna, encontraron la forma de excluirlo del proceso de reconciliación y recuperación nacional.
Ni siquiera esa ominosa traición de quienes se escudaron tras su figura para mantener el protagonismo en la reconquista de las libertades y derechos, agrietó su indomable espíritu, aunque tras de rejas estaba, se sentía libre porque estaba en su patria, sentía el perfume de su tierra y el bullicio de su pueblo, recuperando el calor del sol de su bandera. Y cuando el mundo esperaba los puños crispados por la pasión clamando venganza, nos regaló la gobernabilidad con una inimaginable sonrisa de felicidad.